Despoblados ha habido toda la vida; si no fuera así, seguiríamos viviendo en castros celtiberos. Cuando estudias un antiguo poblado, entiendes si sus habitantes tenían intención de volver y fue un abandono pacífico o bien se fueron de una manera violenta tras una guerra o invasión, dejando todo destruido atrás.
Invasiones ha habido toda la vida. La avaricia económica en forma de conquista, colonia o “inversión” hacen que casi todo valga, en nombre de la religión o del medio ambiente. Pero si fuimos a América o hemos ido a Marte es para extraer su riqueza.
Para los políticos, el medio ambiente es solo un escudo, una excusa refugio. Si quieren que nos cambiemos de coche es por el medio ambiente, si hay que producir más energía es por el medio ambiente. Sirve para todo que tenga que ver con consumir. Curioso. Consumir recursos para “salvar” esos recursos.
En los años 70 la despoblación tal cual la conocemos ahora ya era noticia. Durante cinco décadas, el lento vaciado de la zona interior peninsular ha tocado fondo. Los territorios de clima continental van modelando su paisaje cada vez más vacío de gente. Pero ha seguido siendo una tierra viva, generadora de oxígeno, de comida, de silencio… de todo lo que falta en las grandes urbes.
Sergio del Molino retrató en su libro La España vacía, una realidad deformada y desafortunada. Con ella parecen haber recrecido a conciencia y convertido en problema un proceso “natural” de vaivén de población. Sobre ese cimiento creció un debate que aburre. A esa carnaza han acudido buitres para sacar tajada. El apellido de Sergio se me antoja hoy tristemente premonitorio.
Nadie ha ido a Marte a “salvar marcianos”; tampoco es creíble que un fondo de inversión extranjero venga a “salvarnos” y se fije en Teruel o en Soria para “mejorar” nuestro número de habitantes. Todos pueblos con molinos desde hace más de una década han perdido población, y mucha.
Esperemos que no llegue a darse la gran invasión eólica y solar. Que los pueblos aun con poca gente, sean un lugar donde poder volver. No queramos venderlos ni quemarlos antes de irnos ya si, definitivamente.
Artículo redactado por Uge Fuertes.