22 de mayo del 2024

Estos días, uno de los nombres más recurrentes en los medios turolenses es el de Catalina, ya
que va ligado a un proyecto de hidrógeno verde en la Comarca de Andorra. No sé si quien ha
elegido el nombre ha sido consciente de lo que esta palabra significa coloquialmente en nuestro
país, pero una catalina es lo que puede suponer para el territorio este proyecto si llega a hacerse,
en función de las subvenciones recibidas o lo que quizás nos deje después de un largo proceso.
Independientemente del nombre, es muy significativa la disparidad de las informaciones
publicadas en los distintos medios, incluida la web de alguno de los promotores. Lo primero que
llama la atención es la poca unanimidad en la capacidad de producción de la citada planta de
electrolisis, que según medios va desde las 40.000 toneladas/ año, a las 84.000, en los primeros
años, y en otros se habla de una producción de 336.000 toneladas cuando el proyecto llegue al
máximo desarrollo. Esta falta de unanimidad en los datos ya da una idea de lo indefinido que
puede estar el proyecto, o de los distintos criterios que tienen los promotores a la hora de tratar de
convencer al territorio y a las administraciones.
Otro debate es la cantidad de agua necesaria para abastecer el proyecto y de dónde la van a
sacar, en una zona que siempre ha tenido dificultades hídricas y que ha planteado obras de gran
envergadura, que en algún caso no han llegado a terminarse, como la elevación de aguas del
Ebro. En la propuesta de menor producción de hidrógeno se necesitaría un hectómetro cúbico de
agua, en la propuesta intermedia serían cerca de dos y en la propuesta final de producir 336.000
toneladas serían necesarios 6, 72 hectómetros. Este consumo estaría calculado aplicando un
consumo de unos 20 litros por kilo de hidrógeno, que no es una cantidad exagerada, pues se
habla de nueve litros de agua pura, pero en las aguas sin tratamientos está entre 18 y 25 litros. A
esto le tendríamos que añadir la cantidad necesaria para la refrigeración de los procesos de
electrolisis, que hay quien la calcula en el doble, siendo optimistas y con funcionamientos óptimos.
Del ingente consumo de agua no se ha dicho nada en los medios, igual no interesa que los
regantes y las poblaciones tengan serias sospechas de que este volumen de agua es
prácticamente insostenible en esa zona y que deberá ser detraída de otros usos e incluso de
necesidades ciudadanas. Primero se plantea el problema y la solución se deja para más adelante,
cuando ya tengamos construida la planta de electrolisis y no se sepa de donde sacar el agua;
puede que pidan los 9 hectómetros que dejó sobrantes la térmica de Andorra, puede que pidan
una concesión del recién recrecido embalse de Santolea, o puede que se vuelva a hablar de la
elevación de aguas del Ebro. En cualquiera de las propuestas se detraerá un bien, el agua, de
unos usos agrícolas o de abastecimiento para destinarla a producir hidrógeno que se transportará
a 200 Kilómetros.
¿Qué se dirá a los vecinos en caso de existir dificultades de suministro de agua?, que no se había
previsto, que no se había recogido en el proyecto, …
Es contradictorio cuando no tenemos reservas suficientes de agua para el consumo, crear
expectativas de convertirnos en un país exportador de hidrógeno verde, estimulando proyectos
que consumen ingentes cantidades de agua. En una España con sed y que sufre restricciones de
este elemento fundamental para la vida y subsistencia del campo, se deben planificar las obras
hidráulicas de almacenamiento y distribución necesarias para poder desarrollar este tipo de
proyectos.

Esto es más sangrante si consideramos que en la zona de Andorra, Calanda, Alcañiz y Caspe sus
producciones agrícolas, un año sí y otro también, tienen limitaciones de riegos y dificultades para
salvar las cosechas.
Otro de los asuntos recurrentes, en las noticias sobre Catalina, es la cantidad de puestos de
trabajo que se van a crear con su implantación, tampoco son coincidentes y no se deja claro si los
puestos permanentes serán todos en la planta de electrolisis, en los parques eólicos y
fotovoltaicos o en la planta de producción de amoniaco, que no estará precisamente en Andorra,
sino a casi 200 kilómetros. Es habitual al presentar un proyecto hablar de una cantidad de puestos
de trabajo desproporcionada, que en su puesta en marcha suelen reducirse en una cuarta parte,
en el mejor de los casos. Quizás no se mienta y se cuentan puestos que no están ubicados en la
planta de producción pero sí en la empresa, aunque dedicados a varios proyectos.
El siguiente capítulo será hablar de los ingresos que supondrá la instalación del proyecto Catalina
y desgraciadamente no se analizarán con la misma profundidad sus impactos, pues sin tener
datos se puede estimar que se necesitará instalar más de 200 aerogeneradores, en una zona ya
saturada y ocupar cientos de hectáreas de tierras de labor para colocar placas solares. Este
proyecto sumado al Nudo Mudéjar, el Clúster Majalinos, el Clúster Begues y algunos otros
proyectos sueltos, puede suponer la mayor concentración de molinos y placas del Estado español.
Vamos a poner todas las cartas encima de la mesa y analizar todas las consecuencias de
cualquier proyecto, no sea que las luces de neón nos impidan ver la realidad y una muy clara es la
falta de agua, que cada vez va a ser mayor, en las tierras del Norte de Teruel.

Javier Oquendo
Portavoz Plataforma a favor de los Paisajes de Teruel

LA NOTICIA EN LOS MEDIOS

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